La deslegitimización de la clase política abre el camino a la desobediencia civil: quemar garitas es solamente el comienzo de un masivo desborde popular.
En este juego de intrigas y ambiciones, nuestros políticos resultaron afanosos aprendices de los Borgia.
Hoy salen a las calles: se trata de usar los huevos que les tiran para hacer una tortilla.
Ministros debaten como si a lucha contra la delincuencia estuviera de verdad en la agenda de alguien en este gobierno.
Políticos desprestigian bien ganada reputación de moluscos para paladares exigentes.
No olvidemos que Sendero Luminoso también busca exposición.
Urresti, felizmente, no sabe de maquillajes.
Un jueguito para jalar la alfombra presidencial