Opinión
Siempre comandante, nunca presidente

"Nadine y yo gobernamos juntos como familia". "Ruido político es de quienes le temen". "A mi promoción le corresponde su ascenso".
Cuando nuestra Constitución define al presidente de la república, establece que es el jefe de Estado y personifica a la Nación, y le asigna atribuciones como la de hacer cumplir las leyes, representar al Estado, dirigir la política del gobierno, administrar la hacienda pública, dictar las medidas económicas extraordinarias cuando así lo requiera el interés nacional.
En los 51 meses que lleva en el cargo el señor Ollanta Humala, lo he visto pegado a la letra menuda y siempre sacudiéndose el cargo de jefe de Estado. Recordemos cuando declaró que él gobernaba en familia; tengamos presente que prometió liderar personalmente la lucha contra la inseguridad y luego de dos convocatorias abandonó el Consejo de Seguridad; cómo después de la sentencia de la Corte Internacional de Justicia empezó a atacar a los líderes de oposición (acción que repitió en su visita a España y durante estos días de conferencia del BM y del FMI en Lima).
En estas semanas, nuestro presidente se ha mostrado abocado a dar proclamas en plazas públicas defendiendo a su primera dama y, ahora, a sus camaradas de armas. Casi nunca lo hemos visto ejecutar las atribuciones para las cuales fue elegido: gobernar para todos, incluyendo a sus opositores.
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