Opinión
Oh, señorita Robinson…

El espionaje a Patricia Robinson está lejos de ser una simple anécdota.
Todo indica que el reciente caso de espionaje a las comunicaciones de la asesora parlamentaria Patricia Robinson -grabada la semana pasada mientras impartía “sazonados” consejos a Víctor Isla sobre cómo responder por el caso Martín Belaunde Lossio- está lejos de ser una simple anécdota.
Esta mañana, miembros de la Policía Nacional visitaron su despacho y tomaron sus declaraciones pero se retiraron sin realizar un imprescindible “barrido electrónico” que confirmara o, cuando menos, identificara indicios acerca de la colocación de aparatos de escucha electrónica. Una burla a la inteligencia de Robinson y de la opinión pública que aguarda respuestas. ¿O es que se puede invadir alegremente la intimidad de los trabajadores del Parlamento y no pasa nada?
Robinson, quien ayer encontró los cajones de su despacho abiertos y en desorden, asevera que toda su información personal ventilada en los medios “está relacionada con el congresista Víctor Isla”. Y reitera: “Hay una persona que definitivamente está obsesionada con mi intimidad”. Sus dardos, como se sabe, apuntan a Ana María Solórzano, actual presidenta del Legislativo.
Haría bien la titular de este poder del Estado en promover una investigación a fondo y no solo un procedimiento que, además de fútil, pretende tomarnos por tontos.
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