¡No me defiendas, garante!

Sin que nadie se lo pidiera, Mario Vargas Llosa decidió ofrecerse nuevamente de “garante” de la democracia peruana apoyando a PPK. No tiene nada de malo que lo apoye, desde luego. El problema es que lo hace como consecuencia de su diagnóstico de que el fujimorismo y el aprismo son la encarnación de la dictadura y la corrupción. Sorprendente como contradictoria postura luego que precisamente su ahijado actual Ollanta Humala quiso ser émulo de un dictador como Velasco y vive bajo la sombra de la más grande sospecha de corrupción presidencial de los últimos tiempos.

Cabe preguntarse si hoy la devaluada “garantía” de MVLL, después de su aval político y moral al gobierno humalista, pueda significar algo relevante. PPK podría bien decirle a MVLL la vieja frase: “no me defiendas, compadre”. Lo que hace más bien Mario con sus nuevas destempladas declaraciones es poner a Keiko Fujimori y a Alan García en segunda vuelta. Si quería perjudicar a alguno de ellos, en vez de apoyar a PPK debiera haberse pronunciado en favor de Keiko o de Alan.

No le critico a Vargas Llosa su derecho a opinar sobre las opciones políticas que más le simpatizan. Lo que le cuestiono es que, habiéndose arrogado el papel de “guardián de la moral democrática del mundo”, señale la corrupción que ve en los anteriores gobiernos fujimorista y aprista y calle en todas las lenguas la corrupción de sus amigos. Para él, las agendas de Nadine o los negociados de Ecoteva —que han motivado renuncias en masa del Partido Nacionalista y de Perú Posible— simplemente no existen.

Por desgracia, al Nobel ni siquiera la compañía —que celebro y felicito— de una dama tan sofisticada como la señora Preysler parece endulzar su avinagrado resentimiento por quienes le cerraron las puertas a lo que —todo hace suponer— más deseaba en su vida: ser presidente del Perú. Su machacante como reiterado odio solo ratifica una herida que ni los más grandes reconocimientos pudieron cicatrizar. Una verdadera lástima por él.