Opinión
Lima sigue en llamas

Falta de fiscalización y esclavitud ante la incredulidad de muchos
Esta vez no me refiero a la coyuntura actual, en la que PPK está perdiendo todas sus fichas en este juego de ajedrez llamado política, sino al devastador incendio que se viene produciendo en la galería Nicolini del emporio comercial Las Malvinas ubicada en el centro de Lima. Son varios los contenedores envueltos en llamas en un siniestro que se inició la noche del jueves.
La referida galería había sido clausurada en los pisos superiores; sin embargo, se siguió utilizando como almacén de diversos materiales sintéticos, los cuales por ser altamente inflamables constituían una bomba de tiempo. Aquí no se trata de una simple irresponsabilidad o desidia de parte de los propietarios de los contenedores, hay también un acto de deshumanización y salvajismo de parte de estos “señores”: no hay manera de entender cómo es posible que a los trabajadores que estaban dentro de los contenedores se les encerrara bajo llave —menores de edad incluidos— para que efectuarán sus labores. Un acto de esclavitud que sale a la luz ante la incredulidad de muchos y que nos muestra la cruda realidad de nuestra sociedad.
Una vez más se ha desnudado las falencias en materia de fiscalización que tiene la Municipalidad de Lima. ¿Acaso no existen mecanismos eficaces para impedir que una vez clausurado un local este no sea abierto hasta cumplir con los requerimientos mínimos para su funcionamiento? Y en el ámbito laboral, ¿qué pasa con los inspectores del Ministerio de Trabajo? Estamos hablando de personas y menores de edad laborando en condiciones infrahumanas y cuyas vidas corren peligro constante: no existe justificación alguna para permitir que se vulneren las normas básicas de humanidad en un país que se dice próspero y desarrollado.
Los dueños de estos locales que por su negligencia y falta de escrúpulos han originado este incendio deben tener la máxima sanción, no solo administrativa sino penal. Esto va más allá del incumplimiento de normas laborales; es la la exposición al peligro de menores de edad. No vaya a ser que esta sea solo la punta del iceberg que aglutina a estos centros de comercio ubicados en tierra de nadie, donde el cumplimiento de las leyes no llega y la explotación del hombre por el hombre es pan de todos los días.
Y mientras escribo esta columna esperando a que las autoridades reaccionen, Lima sigue en llamas…
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