¡Le han vuelto a disparar a Martin Luther King!

¿Cuánto dura un sueño? ¿Y cuánto si se trata de sueño colectivo registrado con largueza como hecho histórico (el que proclamó la integración racial en Estados Unidos y en el mundo)? ¿Cuánto?

En Charleston, la incursión de un supremacista blanco en la casa del Señor y el frío asesinato de nueve indefensas víctimas de color —en manifiesto intento por desatar una guerra racial— impacta en el corazón del sueño acuñado medio siglo atrás por Martín Luther King.

Nos ha hecho añicos. Y como en todo despertar súbito uno descubre que, en verdad, las señales estaban ahí hace rato. Flotando en el aire, como cantaba el profeta Dylan. Las escenas cada vez más frecuentes de violencia interracial en las intervenciones policiales: disturbios, descontrol, saqueos. Hasta las canciones de Tracy Chapman, que ya tienen treinta años, anunciaban este horizonte de desencuentro.

El racismo entre nosotros se expresa de manera muy diferente, como si pretendiera legitimarse desde la invisibilidad, y el viento de los tiempos recién empieza a exponerlo y a sembrar conciencia. Es una deuda que tenemos para el bicentenario. Lamentablemente en la tragedia de Charleston, si hay un punto concreto que nos toca y hace padecer: la facilidad para adquirir armamento. Todo criterio se superó.

Se informa, por ejemplo, que desde una cárcel peruana puedes comprar, con un simple clic al fono, armas de alto calibre que serán entregadas a tus cómplices afuera para que puedan operar en tu nombre. ¿En qué momento se instaló este clima de muerte súbita? ¿Qué está pasando para que nos matemos más que antes y el sueño de la integración y la vida pacífica colapse en todas las costas del planeta?

Sé que las respuestas están en el aire pero no las puedo escuchar. Solo sé que medio siglo después le han disparado en el alma al sueño que Martín Luther King nos hizo compartir.