Opinión
La perspectiva perdida

Aquí lo grave no es la vida personal de la asesora sino que aquella pueda ser expuesta con total impunidad.
Un nuevo escándalo protagonizado por un alto personaje del humalismo, que puede comprometer el uso indebido de recursos públicos, está ocultando algo sumamente delicado que nos afecta a todos, mucho más incluso que el derroche indebido de recursos fiscales, con todo lo cuestionable que eso es.
Lo realmente grave no es la vida personal de la señora Robinson, sino que su vida privada pueda ser expuesta con total impunidad en una sociedad que ha hecho del espionaje – llamémoslo por su nombre– la forma natural en que se relacionan sus miembros.
Seguramente los antropólogos y sociólogos se desbordarán en teorías para explicar este fenómeno, pero yo tengo la sensación de que el peruano promedio no tiene el menor respeto por la imagen personal: ni por la propia ni, menos aún, por la del otro. No importa a quién se lastima ni qué nombre se mancha, siempre que el video –o el audio, por último– brinde la suficiente dosis de morbo. Sin embargo, al huachafo o huachafa que muere por exponer su vida personal a cualquier precio, no se le puede pedir que entienda las dimensiones de esta situación ni lo que representa.
Cuando intromisiones como ésta ya no nos escandalicen, significará que ya hemos perdido la perspectiva. ¿O es que la hemos perdido ya?
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