La Oroya: muerte anunciada y orfandad policial

Están ahí nuevamente restregando nuestra indolente cara con su cuota de sangre y piedras. Son las imágenes del desencuentro. La sangre contra la sangre. Edward Soto de la Cruz se llamaba el finado receptor de un balazo en el pecho durante un enfrentamiento entre policías y trabajadores de la empresa Doe Run en La Oroya.

La piel del historiador no puede menos que retroceder, por ejemplo, al conflicto de Malpaso que, en ese mismo asiento, terminó en una masacre sin par en la que el ministro de Sánchez Cerro, el Zorro Jiménez, acabó siendo zarandeado y humillado por el embajador de Estados Unidos que estaba mejor enterado que él.

Con el avance de los medios de comunicación, uno se entera de todo en tiempo real, en vivo y en directo, como en un partido de fútbol. Qué diferencia con los medios de comunicación  de hace un siglo, pienso. Al rato compruebo, con espanto, que el conflicto y la sangre de La Oroya 2015 están tan lejos de Palacio como la estaban en 1930 la sangre y el conflicto de Malpaso.

Y no me sorprendería en absoluto que hoy por hoy el embajador de los Estados Unidos esté mejor enterado que nadie de lo que ocurre en La Oroya solamente que, a diferencia de su antecesor de 1930, en 2015 este embajador no tiene tan claro quién manda en el Perú.

Lo ocurrido en La Oroya es solamente el primer paso de una escalada violentista más que anunciada en la que, políticamente hablando, se ha dejado al jefe de la Policía en una inmerecida orfandad. ¿Dónde están los ministros de más de un sector? ¿Dónde está un equipo de gobierno a cargo de la crisis? El Ejecutivo parece un barco fantasma. Ya ni las ratas suenan.

Y hablando del poder o de quienes lo disputan: todos están en otra cosa. Nadine en su amparo. Alan obsesionado con PPK y el gringo sumando causas al cuy. Y a Keiko, lamentablemente, la vida le ha enseñado en los últimos meses que el silencio es oro. Una pena.