Opinión
La muchacha mala de la historia

Ana Solórzano le ha puesto a su gestión un inesperado sello novelero.
Desde que asumió la conducción del Congreso en agosto, todo ha sido cuesta arriba para la arequipeña Ana María Solórzano, la presidenta más joven (37) en la historia del Legislativo. Primero fue acusada de ser un satélite de Nadine Heredia y, aunque en los meses siguientes ha intentado despojarse de esa etiqueta, no consigue todavía ponerle a su gestión un sello reconocible.
Por momentos, su inacción —sea por su falta de muñeca, su servilismo con Palacio o su liderazgo cero— contribuye tanto al desgobierno parlamentario que hoy los trabajadores se quejan públicamente de desigualdades en la escala remunerativa, de incumplimientos, de despidos arbitrarios y, más recientemente, de estar a expensas de la inseguridad y de una red de chuponeo aparentemente coordinada desde la Presidencia.
Y, por si este escenario no fuera suficiente dolor de cabeza, ahora surgen detalles del triángulo amoroso que Solórzano compartiría con Víctor Isla y Patricia Robinson, una novela en la que no queda claro si ella es la villana despechada o la cándida sufrida. Si fuera la presidenta quien efectivamente se encuentra detrás del espionaje denunciado, es algo que (no) dirán las investigaciones.
Mientras eso se resuelve, es mejor que se ocupe de las labores de su oficina, dejando al público las especulaciones sobre su situación sentimental y los juegos retóricos que ella inspira, como este leído en Twitter: “Estoy más Solórzano que Robinson en la Isla”.
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