Opinión
El país de los resentidos

A toda crítica le podemos ya encontrar su génesis.
Me quedé pensando cuánto de verdad puede haber en achacar al resentimiento la razón de la crítica a determinados personajes. Y la verdad, no es nada descabellado. Repasemos:
¿No habrá resentimiento en tanto “docto” que se cree y se creyó presidenciable, para que después venga un militar de mediano rango y se vuelva presidente? ¿No habrá envidia en las mujeres que critican a Nadine Heredia porque se mueren en salir en revistas sociales y nadie las llama?
¿Cómo les va a quienes tienen resentimiento con Alan García porque a pesar de todo de lo que lo han acusado, puede ser presidente del Perú por tercera y quizás, hasta una cuarta vez?
¿Y qué tal los que critican Keiko Fujimori, que debe sacar roncha a muchos —y a muchas, especialmente— porque puede ser la primera mujer presidenta de este país y, encima, es más joven que muchas de sus apasionadas críticas?
¿Cuántos intelectuales que critican a Hernando de Soto no le tienen auténtica envidia por haber trascendido nuestras fronteras?
Y por último, ¿cuántos opinantes de Internet no tienen resentimientos frente a quienes el mercado de la opinión pública los coloca en mayor exposición?
Ni siquiera voy a referirme al mayor de los resentimientos de nuestra política que data de veinticinco años. Sería una obviedad.
Sin duda, a toda crítica ya le podemos encontrar su génesis. Sí, ya me convencí. Debe ser un país de resentidos.
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