Opinión
De tsunamis y credos

Fuerte sismo en Ecuador estremece la piel del recuerdo.
Es curioso observar cómo la naturaleza sigue reinando y nos tiene a su merced en pleno siglo XXI, por mucho que hayan cambiado los estilos de vida.
El reciente sismo en el Ecuador, por ejemplo, nos pone a todos inmediatamente en alerta de tsunami, las poblaciones del litoral activan sus mecanismos de emergencia y hasta el Facebook, felizmente, nos asegura que los amigos que tenemos en la zona del sismo se encuentran bien. Así son los terremotos en pleno siglo XXI.
Qué diferencia con el sismo de 1749, la noche de San Judas, seguido por un tsunami que se llevó prácticamente todo el Callao. Nadie tenía entonces idea de algún peligro del océano y cuando los chalacos estaban todavía con los pelos de punta por el sismo, vino la ola gigante que no perdonó nada.
De la veintena de naves ancladas en la bahía solamente sobrevivieron tres o cuatro. Estas se salvaron porque las aguas las elevaron por encima de la torre de las iglesias y cayeron a la altura del mercado. Donde todavía hay una placa recordatoria.
A los marineros de una de esas naves se les preguntó cuál había sido el peor momento. La respuesta puede estremecer hasta a un surfer. Fue cuando estaban en la cresta de la ola y de pronto vieron abajo, bien abajo y empequeñecido… el perfil de la isla San Lorenzo.
Felizmente no llegó al minuto el fuerte sismo ecuatoriano del sábado, pues ha habido algunos extremadamente largos. El más largo de la historia fue, dicen, el de Arequipa en 1582. Pero, ¿cómo medir la duración de un sismo en un mundo sin relojes?
Y sin embargo no hay asomo de duda, ese fue el sismo más largo que registra nuestra historia. ¿Cómo se pudo determinar esto último? Muy simple. Pasado el interminable sismo, la gran mayoría de arequipeños admitió, con la respiración aún agitada, que el final del largo remezón los había sorprendido entre el segundo y el tercer credo.
Ahora, échese un credo amable lector. Y sin correr, pronunciando clarito porque sino Papá Lindo no la va a entender. Una vez que haya terminado, empiece un segundo credo y saque usted su cuenta cuán interminable fue el terror.
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