Opinión
¿A quién tenemos en Palacio?

La persistencia del presidente en desafiar lo establecido en la Constitución nos lleva a preguntarnos quién es en realidad.
Afirmé en mi último artículo que Vizcarra era un sicario de la democracia. Su persistencia en desafiar lo establecido en la Constitución nos lleva a preguntarnos quién es en realidad: si un comunista disfrazado, un caviar confuso o un regionalista resentido.
Señalábamos también su visible incapacidad para administrar un organismo inmenso como lo es el Estado peruano, y su aparente ignorancia sobre lo que significa “la institucionalidad” –amén de su desconocimiento de la historia del Perú, si nos atenemos a su reciente discurso por el Día de la Bandera–, pero esas carencias no explican su terquedad en seguir destruyendo nuestra democracia.
Algun trauma o resorte psicológico escondido en su pasado debe haber para que un individuo que funge de presidente haga lo que Vizcarra hace: atentar descaradamente contra el destino democrático (paz y progreso) del país, y seguir actuando como si nada pasara, como si estuviéramos en otro mundo.
Otra explicación sería la existencia de algún delito que tuviera relación con las denuncias que tiene en Moquegua: ese resorte psicológico no sería, entonces, más que un mecanismo de protección a sí mismo. En ese caso no se requeriría mayor explicación; se trataría de simple cinismo. Eso explicaría también que haya agarrado a Chávarry como piñata, un funcionario con 36 años de carrera impecable, y le esté dando día y noche, 24 horas al día.
Si fuera así, estaríamos ante el resurgimiento de una ideología totalitaria dormida en el subconsciente combinada con el cargo de conciencia por una o varias faltas. De todo eso, podemos concluir que Vizcarra se encontraría en una cruzada por destruir todo organismo que pueda acusarlo y que, al mismo tiempo y disfrazadamente, alienta el camino hacia un autoritarismo que le permita instaurar un totalitarismo tipo Socialismo del Siglo XXI.
Otros mandatarios de la región han mostrado coraje a la hora de enfrentar problemas sociales; Vizcarra, por el contrario, se ha mostrado indeciso o hasta temeroso de afrontar problemas cruciales que vienen afectando la economía nacional. Esa indecisión y la desatención casi total a otros problemas álgidos del país añaden otra característica que hace más complejo descifrar su personalidad y comportamiento. Eventualmente, tendríamos que buscar a un buen psiquiatra.
¿A quién tenemos en Palacio? Es una pregunta legítima que muchos nos hacemos: ¿a un caviar medroso, un vivo que solo busca su propia salvación, un ineficiente como Villarán, o a una mezcla de todo eso? El panorama se va aclarando cada día, porque al pueblo no se le puede engañar indefinidamente.
Foto original: Andina
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